top of page

Aus heiterem Himmel

De Repente

2013

La fotografía de Irene es tan extraordinaria por sí misma como por cómo ella habla sobre la misma. Los textos que elije para acompañar las imágenes las convierten en piezas de arte inolvidables. No sorprende que teniendo sólo 26 años haya participado en tantas exposiciones a lo largo de España y Alemania, haya obtenido varios galardones y que sus obras hayan sido adquiridas para importantes colecciones. Llegó a Berlín hace un par de meses y ya tiene su primera exposición individual planificada para el 2 de noviembre de 2013 en Circular Culture.

Su serie, “Aus heiterem Himmel” (De la nada) tantea entre el bosque, la luz, el frío y el ser. Su fotografía presenta el ser humano en diferentes relaciones con respecto a la soledad: prospectiva, sensual, melancólica, reflexiva, perdiéndose y fundiéndose con la naturaleza. El tratamiento de la luz es absolutamente perfecto, la paleta de colores es suave y abrupta al mismo tiempo. Tal y como la traducción del diccionario indica, “Aus heiterem Himmel” es inesperada, extraña, saliendo de la nada hacia otro lugar. La neblina, los árboles, la chica misteriosa capturada en movimiento, escondiendo su rostro recuerda a la obra de Lars von Trier. Tan inquietante y aterrador como los bosques malditos de Twin Peaks de Lynch. La descripción de la naturaleza y los paisajes brumosos durante el crepúsculo del romanticismo alemán y la poderosa imagen del ser Heideggeriano. Las experiencias y referencias de Irene le han traído a esta búsqueda a través de los caminos de bosques inhospitos.

Ana Sanfrutos

     "De hecho, crea una brecha que nos invita a reflexionar sobre la delgada línea que separa la realidad de la ficción... interesante propuesta".

Elmur.net

 

 

Con su trabajo audiovisual y con las palabras que lo presentan, Irene Cruz nos invita a pensar en nuestras propias fronteras vitales, a sumergirnos en los peligrosos territorios inexplorados de los límites entre la oscuridad y la luz, a viajar con ella durante esos pocos instantes durante los cuales el día se siente más poderoso porque ya se está convirtiendo inexorablemente en misteriosa noche. Nos invita a cruzar las fronteras que se encuentran entre lo mágico y lo real; entre lo visto y lo intuido; entre el movimiento continuo del río y la quietud fortalecedora del bosque; entre el fluir visible del columpio infantil y el inadvertido fantasma de lo que no podemos ver ni sentir: de lo invisible que se escapa al cuadro y al encuadre.  

Como si se tratara de un verso lorquiano, las fotos y los vídeos de Irene Cruz se debaten en “un deseo de formas y límites que nos ganan”. Pero al mismo tiempo –y también Lorca lo cantaba- las imágenes de Irene desbordan la realidad apostando por un cuidado naturalismo cuando “desnuda la montaña de la niebla impresionista”. Un naturalismo descarnado y poético; barroco y neblinoso. Un naturalismo filtrado por la metafísica visual de Lars Von Trier y la visualidad poética de Terence Malick. Un naturalismo que, como apuntaba Emile Zola, puede no necesitar ir más allá de un fragmento de la naturaleza vista a través de un temperamento. Y el temperamento artístico de Irene Cruz es como un yunque que aguanta el martilleo de la realidad y convierte el tremendo sonido del entrechocar de los hierros en suaves gritos de irrealidad y de vacíos existenciales.

Salvador Dalí, en su lúcida y disparatada locura, se jactaba de su especial naturalismo cuando señalaba: “Pinto descalzo, me gusta sentir la tierra bien cerca de mis ‘dos’ pies”. Irene Cruz fotografía descalza, siente descalza la húmeda tierra del bosque, crea descalza porque le gusta volar por la naturaleza en esa “hora bruja” del atardecer tardío o del anochecer temprano. Volar, fluir, vivir y saltar. Para caer de nuevo pesadamente en la tierra real; para sentir en sus pies la humedad de la neblina que ya no es naturalista porque se ha convertido en poesía romántica alemana.  

Cayendo en la tierra mojada y fría, con su eterna descalcez (no se si existe esa palabra, pero significa… y mucho) y con su entrañable mirada de niña desconcertada que busca y busca en el bosque ya oscuro, porque sabe que sólo buscando es posible encontrar, aunque ya no haya luz.

Buscando y equivocándose. Buscando y distrayendo la mirada. Cometiendo errores y aprendiendo de ellos. Borrando en su pizarra digital para volver a re-escribir la vida con su lápiz analógico; muriendo para volver a revivir; con más fuerza, con mayor poderío; con la sabiduría del artista que comparte con Baruch Spinoza ese sentido monista de entender la naturaleza como si fuera Dios y a Dios como si formara parte de esa naturaleza que nos atrapa, que nos fascina, que nos engulle…  

Que nos devora y que nos hace pensar en lo corpóreo y pesado como si formara parte del alma y del vuelo y en el alma como si fuese ese cuerpo del que no podemos evadirnos y que nos hace caer de nuevo en la tierra.

Eduardo Rodríguez Merchán

Mentor y Catedrático de la UC

 

 

Con este trabajo invito al espectador a pensar en las fronteras entre ficción y realidad, coincidencia y causalidad. La clave de este proyecto pertenece a la expresión de la palabra “liminal”, referida a la toma de una posición al inicio de un proceso o el estar a ambos lados de la frontera o límite al mismo tiempo. Esto es, entre el día y la noche, la calma y la inquietud. Sin embargo, no es un límite, es un camino, un puente a cruzar.

Todo debe fluir o ha fluido ya previamente. El bosque como metáfora de la naturaleza en general. Me refiero a las palabras de Spinoza: “De todo lo que sea, se debe asignar una causa o razón, ya sea por su existencia o por su inexistencia, por ejemplo, si existe un triángulo, se debe otorgar una razón o causa por su existencia; si, por el contrario, no existe, también debe otorgarse una causa que impida su existencia o anule su existencia.”

Irene Cruz  

“(…) todas las cosas necesariamente han surgido en un número infinito de formas, o siempre fluyen de la misma necesidad; Del mismo modo que de la naturaleza de un triángulo, se sigue desde la eternidad y para la eternidad, que sus tres ángulos interiores son iguales a dos ángulos rectos.

En la naturaleza no hay nada contingente, sino que, en virtud de la necesidad de la naturaleza divina, todo está determinado a existir y obrar de cierta manera” 

Baruch Spinoza

"Te lo vamos a quitar hoy. Vamos a extraerlo ahora mismo, y no te dolerá nada.” Ender asintió con la cabeza. Naturalmente, era mentira que no dolería nada. Pero como los adultos siempre decían lo mismo cuando algo iba a doler, podía considerar esa afirmación como una predicción exacta del futuro. Algunas veces las mentiras eran más de fiar que las verdades.

 

Orson Scott Card, El juego de Ender (1985)

bottom of page